Estatuas de sal
Los dioses que duermen en los museos: el dios del Fuego con su pebetero que recuerda al trípode de la Inquisición; Tlaloc, uno de los múltiples dioses del Agua, con su muralla de granito verde; la Diosa Madre de las Aguas, la Diosa Madre de las Flores; la expresión inmutable y que suena, bajo varias capas de agua, de la Diosa del vestido verde jade; la expresión arrobada y dichosa, el rostro crepitante de aromas, donde los átomos del sol rebotan, de la Diosa Madre de las Flores; esa especie de servidumbre obligada de un mundo donde la piedra se anima porque ha estado trabajada como se debe, el mundo de los civilizados orgánicos, quiero decir en el que los órganos vitales también salen de su reposo, ese mundo humano que rebota entre nosotros, que participa de la danza de los dioses, sin volverse ni mirara atrás, bajo la pena de convertirse, como nosotros mismos, en estériles estatuas de sal. Antonin Artaud.